sábado, 16 de febrero de 2013

Róbame algo más (one-shoot) Billshido




Me he replanteado la idea de subir mis escritos al blog. Solo quiero aclarar un par de cosas para podernos adentras y que todo salga bien.

Este One Shoot (escrito) es slash/yaoi (homosexual) así que agradeceré que  no dejen comentarios de insultos o desagradables, si no les gusta, pasen de el... Y a las que les inerese serán bienvenidas sus opiniones. 
Les cuento algo de como surgió este shoot. Estaba escuchando una canción (sin saber quien la cantaba) fui a ver de quién era y resultó ser de 'Selena Gomez' no es que me agrade o desagrade la chica, pero la canción hizo crear la historia... Espero les guste a las fans del Billshido o a las que les gusta el slash, Gracias.

OneShoot Título: Róbame algo más 
Resumen: Bushido conoce a Bill en un bar y sucederá lo que menos se piensa. 
Categoría: Slash, Billshido 
Advertencias: Sexo. 
Género: (no sabría decir, creo que nada) 
Clasificación: +18 Terminada : Si

Si les apetece leer


Los nombres utilizados en los personajes pertenecen a  sus dueños, la historia es propiedad de mi persona y cuenta con registro... 


Para continuar leyendo, click en:






Róbame algo más.




Agradezco a la hermosa 
Quenny por el banner




Un roce, una acaricia, ¿algo más?...  Había muchas cosas más que sus ávidas manos hacían aquella noche.


Bill sucumbía ante los encantos de su amante, quien intentaba perpetuar sus labios en la carne pálida y gélida del Kaulitz menor.

Era una noche de octubre y la lluvia atenazaba con dañar a quien estuviese a su paso en la calle, pero bajo el techo de una tibia habitación  y tan cerca de un cuerpo que emanaba tanto calor, todo era fácil de olvidar. 

Sus besos no eran como aquellos que se dan los enamorados y eso era porque ahí no había amor en lo más mínimo, era sexo puro y que ambos habían acordado tener tras el casual encuentro en una vieja discoteca. Y esto eral el preámbulo para una noche de pasión que entre miradas y roces de manos se acordó.

Con los pantalones aun puestos y  el pecho descubierto, Bill sentía los labios tibios llenarle por todos los recovecos de su cuello y  sus hombros, tal cual, blancos como la leche y que parecían resplandecer ante aquella oscuridad, contrastando así, con los dedos que le acariciaban.

— ¡Me encanta como hueles! — fueron las musidas palabras que el moreno soltó  de pronto después de llenarse de su aroma.

—Y a mí el color de tu piel morena. —Bill  se mordió el labio, con un deje de timidez y mirada lasciva,  acariciando uno de los entornados hombros del mayor que  le miraba sugerente casi encima de su cuerpo.

Bill sacó el arete de entre sus labios, asomándolo por entre  sus dientes con aparente inocencia,  incitando a quien le acompañaba. Tan solo un poco más si se podía, ya que, dentro de él, estaba a punto de explotar un no muy consiente latido casi orgásmico que el menor le provocaba.

El moreno se puso de pie, y se acercó hasta el reproductor de música de última tecnología, poniendo una melodía suave y a su vez fuerte que fuera de acuerdo  y a tono con lo que se estaba viviendo en el sitio. Una balada estilo blues comenzó a resonar por el silencio, rompiendo  la minúscula tensión de nervios  que había en el lugar. No era después de todo fácil  entregar tu cuerpo a un completo extraño, o en este caso… tal vez si lo era.

Bill estaba haciendo lo que pocas veces hacía, rompiendo sus propios esquemas y métodos.  Aprovechó y dio apenas un vistazo al apartamento del mayor, apenas había tenido la oportunidad de ver algo, ya que los besos del moreno le devoraron al poner un pie  dentro. Era algo  pequeño, pero definitivamente con un excelente gusto, con aparatos sumamente modernos, sin adornos y completamente acogedor. Era evidente que tendría algo de pasta.

El mayor caminó con lentitud y se colocó al pie de la cama, entre las piernas del menor que se encontraban abiertas esperando a recibirlo, con los pantalones aun puestos y sostenido por los codos, con la cabeza echada al frente sin perder detalle alguno, mirándolo  sin pudor.   El moreno se mojó los labios y enarcó una ceja, sonriendo divertido. Se llevó las manos hasta la cinturilla del pantalón detenidamente y desabrochó el primer botón que ahí salía sobrando, dejando incitado al otro, esperando a por ayuda de sus manos.

Bill se inclinó y llevó con admiración una de sus manos a las caderas del moreno, casi seduciéndolo con su cauteloso movimiento,  sintiendo el musculo de su vientre bien formado,  y comprobando lo bien que  era el tocarle aquella zona, calmando así un poco de su morbo.

Alzó su vista hasta dar con los ojos casi negros que miraban y llevó la otra mano, contribuyendo en la labor de desnudarle. Sin temor alguno, desabrochó el segundo botón y bajó el cierre de los pantalones. 


—¿Cómo has dicho que te llamas? — preguntó y lamio su cadera, dando por finalizado con un beso llano.

—Anis. — dijo el moreno sin más, casi en un espasmo que le provocó el roce de sus labios, para después tomarlo de los hombros y azotándolo contra la cama.


Bill sonrió provocador, lleno de lujuria, mientras que sus pupilas destellaban ante presencia tan imponente y después  del arrebatado golpe, solo logró encontrarse más excitado.

Aquello podía ser un juego muy divertido que a su vez peligroso y no era la primera vez que Bill lo hacía. Encontrar un extraño que hiciera química con la suya y lograra sentir la explosión naciente en él no era nada fácil, así que, no debía de perder la oportunidad tras encontrar una persona que despertara en él tan bajas pasiones. Estaba dispuesto a lo que fuera o tuviera que hacer.

El moreno bajó sus pantalones sonriendo de lado, más que provocador, mostrando sus piernas, que sin ser musculosas lucían ardientes, entre vellos rizados que gracia causaban a Bill.

El menor  desabrochó su pantalón sin perder contacto visual,  mientras las manos de Bushido le tomaron por la orilla de este y arrasando   con él, dejándolo olvidado en el suelo.  Bill sonrió con suficiencia y  dobló una pierna desnuda, haciendo que su rodilla resaltase de tan blanca.

Ahí, justo en ese momento, lamio sus dientes y el mundo se le vino encima cuando bushido casi de un brinco se echó sobre de él y comenzó a comerle los labios. Devorándolos con fervor.


A decir verdad, eso era lo que estaba buscando, que el moreno lo devorase y su deseo se vio concedido cuando manos ávidas le recorrieron el cuerpo completamente, sin dejar un solo lugar en duda que probara el encuentro aquella noche.

Bill sentía arder bajo sus manos y sus labios y Bushido, solo era capaz de estar más ciego por él, más que aquel que ni si quiera tiene ojos.

—No tienes miedo.  —preguntó Bushido casi en su oreja, de forma que, en vez de sentir miedo parecía que era una sensual frase y que, casi inaudible, sacudió a Bill mientras bajaba a su mentón lamiendo lascivo. 

—No me provocas miedo — susurró el menor casi en sus labios —, me provocas… —sonriendo en la penumbra dando a entender, más con la mano que llevó a un sitio determinante y en donde apretó con fuerza, casi dañando,  logrando que Bushido sonriera placido y lleno de excitación, escapando un jadeo de sus labios — algo más. — fue lo último que dijo.

Vaho salía de sus labios en la noche, con solo la música acompañando a los sonoros gemidos de ambos.

—Tus besos pican.

—Los tuyos también.

—Es raro encontrar un chico tan joven que se deja  barba ¿Hace mucho que te la dejas?

—Solo hace un par de meses. — respondió el menor de ellos, llevando sus labios hasta la barbilla de su amante y mordiendo con saña mientras su uñas se encajaban en la espalda marcándolo sin compasión.

En el lugar se respiraba sexo. Dentro de una atmosfera en la que, ninguno de los dos escuchaba otra cosa que no fuese su dificultosa respiración entre los sofocantes besos.



Después de todas las formas posibles de besarse, llegó el momento cúspide de la situación y sin que ninguno hubiese acordado  quien sería el dador, Bushido se acostó entre sábanas blancas de satín, boca abajo, dejando la labor para el menor de los dos.

Bill se relamido los labios una vez más, era una muy excitante oportunidad de follar que no había que perder, y ante los glúteos insinuantes que Bushido tenía, que pequeños  y morenos le ponían como moto, se decidió.  Se acomodó en posición y con delicadeza comenzó a entrar dentro del moreno, haciendo que este perdiera la poca cordura que le quedaba en su cabeza y desgarrándolo atrozmente con su  intervención.  Mientras a Bill, el corazón le palpitaba como un desquiciado, llenándolo por dentro de una chispa que parecía le volvería loco. El calor y la estreches del mayor, lo embargaron haciendo que sus ojos quedaran en blanco y entre jadeos y sonoros golpes la noche transcurrió, llenándose la habitación del calor de dos almas en busca de una loca y aventurada noche.



[…]



Muy temprano en la mañana, Bushido se despertó en busca de su amante. Aquel chico, que apenas recordaba  su nombre, había hecho que mirase el cielo y las estrellas, además de toda la constelación completa.

Bill era el perfecto amante. Tierno, seductor y ardiente. Además que había que sumarle que nadie le había hecho sentir como él solo lo hizo. Bushido no era que le gustara ser el pasivo siempre, al contrario, pero el chico tenía algo especial, como una especie de capa que le hacía ser la mezcla perfecta entre inocencia y erotismo, deseando sentirle dentro de él, más que él dentro suyo.

Rodo sus ojos por la habitación,  encontrándola completamente vacía. Bill no estaba, se había marchado.

Se revolvió el cabello con  las rodillas dobladas,  aun acostado entre las sabanas y cerró sus ojos con pesar.  Era una verdadera lástima.
Ni si quiera había alcanzado a pedirle un número telefónico o si quiera el apellido. ¿Dónde lo podría encontrar?
Deseaba volverlo a ver, tan solo un segundo encuentro.

Con resignación se levantó de la cama y caminó al baño, se lavó los dientes y echó agua en su rostro.

Había que joderse, el chico no estaba y él sentía el aroma de su piel casi incrustada en cada poro.
Aspiró hondo y se colocó la camisa, no quería ni lavarse, no si costaba desprenderse de su aroma.

Buscó sus pantalones en el suelo… pero para su sorpresa estaban doblados encima de una silla y con una nota que llamó su atención.


[i] ‘¡Hola guapo! Supongo que te acabarás de despertar. Lo siento por no quedarme, no  tenía tiempo para ello ni para compartir números. Gracias por la noche, fue fascinante, no la olvidare…  tenlo por seguro, y después de  un pequeño detalle que descubrirás, supongo que tú tampoco.

Besos.’ [/i]

Bushido frunció el ceño. ¿Un pequeño detalle? ¿A qué se refería? No le dio importancia al tema, y tomó sus pantalones colocándoselos de vuelta.

Le pesaba no volver a saber de él, pero así como le había conocido, tal vez podría más adelante encontrar a otro. Aunque sería difícil de superar.

Tomó del frigorífico un poco de jugo.
Con pasos torpes y cansinos  caminó hacia la mesa, pero antes, golpeó su muslo con un mueble de la cocina por accidente, que inmediatamente captó su atención al faltar algo que dentro de su pantalón debía de haber.

Metió la mano rápidamente al pantalón.

— ¡La cartera! — Gritó Bushido al darse cuenta que no estaba y que había quedado ahí al quitárselos. De eso él estaba seguro, él solo sacaba la cartera para cambiar de pantalón o al pagar, y anoche, no había hecho ninguna de las dos cosas.

Dejó el jugo en la mesa y corrió a la habitación en busca de ella.


[…]


Después de una hora completa y haber batido toda la habitación, recorriendo cada rincón de ésta, llegó a la conclusión  que no estaba y que ese era el ‘pequeño detalle’ que Bill mencionaba en su nota.

—Si serás canijo. — se quejó en completa soledad. Recordando aun los besos que en su piel estaban marcados, al igual que las mordidas y los arañazos que le había dado.

Ahora lo había dejado completamente limpio, llevándose consigo no solo el dinero en efectivo, también las tarjetas  de crédito, y las identificaciones.

Bushido negó. Se sintió confuso. ¿Debía denunciarlo?  ¿Por qué un chico como él hacía esas cosas? No parecía estar necesitado de dinero. Y por su mente algo planeó.


[…]




—Otra por favor. — dijo el Kaulitz menor al cantinero. Este le miró y asintió, trayendo otra cerveza para el chico.


Bill estaba en otro bar. Él era de oficio un ladrón, que acostumbraba a robar carteras con solo un choque entre el tumulto de gente, por eso solía ir a discotecas y bares que eran concurridos.

Su noche era aburrida, aún no había visto nada bueno, ni alguien que se viese tuviera una cartera gorda. Suspiró y llevó la botella a sus labios, dando un largo y profundo trago, escuchando la música de fondo.

Miró a ambos lados: hombres y mujeres al igual, divirtiéndose y embriagándose como según él debía de estarlo haciendo. La diferencia radicaba que  él no estaba muy divertido.

Bajó la cabeza y de pronto Anis volvió a su mente. Había sido un hombre que  tan buenos recuerdos le traía y sonrió de lado, negando porque aquello no se volvería a repetir. Y a pesar de haberse tirado hacía apenas dos días a una chica con curvas impresionantes, no lograba superarlo.

Ese moreno le hubo  marcado.

Volvió a dar un trago a su cerveza y de pronto un sonido  captó su atención.
Habían azotado algo a un lado suyo en la barra.  Giró a ver que había sido eso.  Para su sorpresa, una mano de piel morena azotaba irónicamente una cartera, que notoriamente era nueva.  Rodó  sus ojos para encontrar los otros que fueran dueños de esa mano, y para más sorpresa suya, los mismos ojos casi negros  le miraban divertidos. Con una sonrisa dibujando traviesamente una invitación.

Bill abrió los ojos con algo de impresión, sin embargo, logro que no se notase mucho.

— ¿Creíste que no te encontraría? — Dijo Bushido.

—No pensé que lo hicieras. ¿Quieres una? — invitó al mostrarle su cerveza.

—Claro. — dijo el moreno, sentándose en la silla que estaba a un lado de Bill.

Bill pidió otra cerveza al mesero con un movimiento de manos y este la trajo de inmediato.

— ¿Qué quieres? — soltó Bill con indiferencia. Dando una vez más otro trago, mostrándose no muy sorprendido con el inesperado encuentro y tras colocar la cerveza en la barra le miró directo a los ojos.

Bushido se llevó la cerveza a los labios y tras un sorbo a esta, sonrió magnificente encontrándose con la mirada del menor.

— ¿Cuánto quieres? — preguntó mostrando la cartera vacía, azotándola varias veces.

Bushido días atrás tuvo que comprar una cartera nueva.

— ¿Es en serio?

—Sí. Dime cuanto quieres. — soltó mojando sus labios con apenas una sonrisa insinuante.

Bill se puso de pie a su lado. Tomó la cartera y la metió en el bolsillo de la camisa que Bushido llevaba.

—Ya has pagado cuota extra. — dijo sonriendo. — Esperaba poder volver a verte.

Y sin más, Bill le besó en  los labios, llenando de ardientes cosquillas el vientre del moreno.

Bushido se puso de pie y le tomó de la mano. Le sacó del lugar y se subió a la moto en su compañía, llevándose consigo al el chico que le había robado. Que más daba, si le había robado el corazón, poco importaba la cartera.


 Róbame algo más.



Un roce, una acaricia, ¿algo más?...  Había muchas cosas más que sus ávidas manos hacían aquella noche.


Bill sucumbía ante los encantos de su amante, quien intentaba perpetuar sus labios en la carne pálida y gélida del Kaulitz menor.

Era una noche de octubre y la lluvia atenazaba con dañar a quien estuviese a su paso en la calle, pero bajo el techo de una tibia habitación  y tan cerca de un cuerpo que emanaba tanto calor, todo era fácil de olvidar. 

Sus besos no eran como aquellos que se dan los enamorados y eso era porque ahí no había amor en lo más mínimo, era sexo puro y que ambos habían acordado tener tras el casual encuentro en una vieja discoteca. Y esto eral el preámbulo para una noche de pasión que entre miradas y roces de manos se acordó.

Con los pantalones aun puestos y  el pecho descubierto, Bill sentía los labios tibios llenarle por todos los recovecos de su cuello y  sus hombros, tal cual, blancos como la leche y que parecían resplandecer ante aquella oscuridad, contrastando así, con los dedos que le acariciaban.

— ¡Me encanta como hueles! — fueron las musidas palabras que el moreno soltó  de pronto después de llenarse de su aroma.

—Y a mí el color de tu piel morena. —Bill  se mordió el labio, con un deje de timidez y mirada lasciva,  acariciando uno de los entornados hombros del mayor que  le miraba sugerente casi encima de su cuerpo.

Bill sacó el arete de entre sus labios, asomándolo por entre  sus dientes con aparente inocencia,  incitando a quien le acompañaba. Tan solo un poco más si se podía, ya que, dentro de él, estaba a punto de explotar un no muy consiente latido casi orgásmico que el menor le provocaba.

El moreno se puso de pie, y se acercó hasta el reproductor de música de última tecnología, poniendo una melodía suave y a su vez fuerte que fuera de acuerdo  y a tono con lo que se estaba viviendo en el sitio. Una balada estilo blues comenzó a resonar por el silencio, rompiendo  la minúscula tensión de nervios  que había en el lugar. No era después de todo fácil  entregar tu cuerpo a un completo extraño, o en este caso… tal vez si lo era.

Bill estaba haciendo lo que pocas veces hacía, rompiendo sus propios esquemas y métodos.  Aprovechó y dio apenas un vistazo al apartamento del mayor, apenas había tenido la oportunidad de ver algo, ya que los besos del moreno le devoraron al poner un pie  dentro. Era algo  pequeño, pero definitivamente con un excelente gusto, con aparatos sumamente modernos, sin adornos y completamente acogedor. Era evidente que tendría algo de pasta.

El mayor caminó con lentitud y se colocó al pie de la cama, entre las piernas del menor que se encontraban abiertas esperando a recibirlo, con los pantalones aun puestos y sostenido por los codos, con la cabeza echada al frente sin perder detalle alguno, mirándolo  sin pudor.   El moreno se mojó los labios y enarcó una ceja, sonriendo divertido. Se llevó las manos hasta la cinturilla del pantalón detenidamente y desabrochó el primer botón que ahí salía sobrando, dejando incitado al otro, esperando a por ayuda de sus manos.

Bill se inclinó y llevó con admiración una de sus manos a las caderas del moreno, casi seduciéndolo con su cauteloso movimiento,  sintiendo el musculo de su vientre bien formado,  y comprobando lo bien que  era el tocarle aquella zona, calmando así un poco de su morbo.

Alzó su vista hasta dar con los ojos casi negros que miraban y llevó la otra mano, contribuyendo en la labor de desnudarle. Sin temor alguno, desabrochó el segundo botón y bajó el cierre de los pantalones. 


—¿Cómo has dicho que te llamas? — preguntó y lamio su cadera, dando por finalizado con un beso llano.

—Anis. — dijo el moreno sin más, casi en un espasmo que le provocó el roce de sus labios, para después tomarlo de los hombros y azotándolo contra la cama.


Bill sonrió provocador, lleno de lujuria, mientras que sus pupilas destellaban ante presencia tan imponente y después  del arrebatado golpe, solo logró encontrarse más excitado.

Aquello podía ser un juego muy divertido que a su vez peligroso y no era la primera vez que Bill lo hacía. Encontrar un extraño que hiciera química con la suya y lograra sentir la explosión naciente en él no era nada fácil, así que, no debía de perder la oportunidad tras encontrar una persona que despertara en él tan bajas pasiones. Estaba dispuesto a lo que fuera o tuviera que hacer.

El moreno bajó sus pantalones sonriendo de lado, más que provocador, mostrando sus piernas, que sin ser musculosas lucían ardientes, entre vellos rizados que gracia causaban a Bill.

El menor  desabrochó su pantalón sin perder contacto visual,  mientras las manos de Bushido le tomaron por la orilla de este y arrasando   con él, dejándolo olvidado en el suelo.  Bill sonrió con suficiencia y  dobló una pierna desnuda, haciendo que su rodilla resaltase de tan blanca.

Ahí, justo en ese momento, lamio sus dientes y el mundo se le vino encima cuando bushido casi de un brinco se echó sobre de él y comenzó a comerle los labios. Devorándolos con fervor.


A decir verdad, eso era lo que estaba buscando, que el moreno lo devorase y su deseo se vio concedido cuando manos ávidas le recorrieron el cuerpo completamente, sin dejar un solo lugar en duda que probara el encuentro aquella noche.

Bill sentía arder bajo sus manos y sus labios y Bushido, solo era capaz de estar más ciego por él, más que aquel que ni si quiera tiene ojos.

—No tienes miedo.  —preguntó Bushido casi en su oreja, de forma que, en vez de sentir miedo parecía que era una sensual frase y que, casi inaudible, sacudió a Bill mientras bajaba a su mentón lamiendo lascivo. 

—No me provocas miedo — susurró el menor casi en sus labios —, me provocas… —sonriendo en la penumbra dando a entender, más con la mano que llevó a un sitio determinante y en donde apretó con fuerza, casi dañando,  logrando que Bushido sonriera placido y lleno de excitación, escapando un jadeo de sus labios — algo más. — fue lo último que dijo.

Vaho salía de sus labios en la noche, con solo la música acompañando a los sonoros gemidos de ambos.

—Tus besos pican.

—Los tuyos también.

—Es raro encontrar un chico tan joven que se deja  barba ¿Hace mucho que te la dejas?

—Solo hace un par de meses. — respondió el menor de ellos, llevando sus labios hasta la barbilla de su amante y mordiendo con saña mientras su uñas se encajaban en la espalda marcándolo sin compasión.

En el lugar se respiraba sexo. Dentro de una atmosfera en la que, ninguno de los dos escuchaba otra cosa que no fuese su dificultosa respiración entre los sofocantes besos.



Después de todas las formas posibles de besarse, llegó el momento cúspide de la situación y sin que ninguno hubiese acordado  quien sería el dador, Bushido se acostó entre sábanas blancas de satín, boca abajo, dejando la labor para el menor de los dos.

Bill se relamido los labios una vez más, era una muy excitante oportunidad de follar que no había que perder, y ante los glúteos insinuantes que Bushido tenía, que pequeños  y morenos le ponían como moto, se decidió.  Se acomodó en posición y con delicadeza comenzó a entrar dentro del moreno, haciendo que este perdiera la poca cordura que le quedaba en su cabeza y desgarrándolo atrozmente con su  intervención.  Mientras a Bill, el corazón le palpitaba como un desquiciado, llenándolo por dentro de una chispa que parecía le volvería loco. El calor y la estreches del mayor, lo embargaron haciendo que sus ojos quedaran en blanco y entre jadeos y sonoros golpes la noche transcurrió, llenándose la habitación del calor de dos almas en busca de una loca y aventurada noche.



[…]



Muy temprano en la mañana, Bushido se despertó en busca de su amante. Aquel chico, que apenas recordaba  su nombre, había hecho que mirase el cielo y las estrellas, además de toda la constelación completa.

Bill era el perfecto amante. Tierno, seductor y ardiente. Además que había que sumarle que nadie le había hecho sentir como él solo lo hizo. Bushido no era que le gustara ser el pasivo siempre, al contrario, pero el chico tenía algo especial, como una especie de capa que le hacía ser la mezcla perfecta entre inocencia y erotismo, deseando sentirle dentro de él, más que él dentro suyo.

Rodo sus ojos por la habitación,  encontrándola completamente vacía. Bill no estaba, se había marchado.

Se revolvió el cabello con  las rodillas dobladas,  aun acostado entre las sabanas y cerró sus ojos con pesar.  Era una verdadera lástima.
Ni si quiera había alcanzado a pedirle un número telefónico o si quiera el apellido. ¿Dónde lo podría encontrar?
Deseaba volverlo a ver, tan solo un segundo encuentro.

Con resignación se levantó de la cama y caminó al baño, se lavó los dientes y echó agua en su rostro.

Había que joderse, el chico no estaba y él sentía el aroma de su piel casi incrustada en cada poro.
Aspiró hondo y se colocó la camisa, no quería ni lavarse, no si costaba desprenderse de su aroma.

Buscó sus pantalones en el suelo… pero para su sorpresa estaban doblados encima de una silla y con una nota que llamó su atención.


[i] ‘¡Hola guapo! Supongo que te acabarás de despertar. Lo siento por no quedarme, no  tenía tiempo para ello ni para compartir números. Gracias por la noche, fue fascinante, no la olvidare…  tenlo por seguro, y después de  un pequeño detalle que descubrirás, supongo que tú tampoco.

Besos.’ [/i]

Bushido frunció el ceño. ¿Un pequeño detalle? ¿A qué se refería? No le dio importancia al tema, y tomó sus pantalones colocándoselos de vuelta.

Le pesaba no volver a saber de él, pero así como le había conocido, tal vez podría más adelante encontrar a otro. Aunque sería difícil de superar.

Tomó del frigorífico un poco de jugo.
Con pasos torpes y cansinos  caminó hacia la mesa, pero antes, golpeó su muslo con un mueble de la cocina por accidente, que inmediatamente captó su atención al faltar algo que dentro de su pantalón debía de haber.

Metió la mano rápidamente al pantalón.

— ¡La cartera! — Gritó Bushido al darse cuenta que no estaba y que había quedado ahí al quitárselos. De eso él estaba seguro, él solo sacaba la cartera para cambiar de pantalón o al pagar, y anoche, no había hecho ninguna de las dos cosas.

Dejó el jugo en la mesa y corrió a la habitación en busca de ella.


[…]


Después de una hora completa y haber batido toda la habitación, recorriendo cada rincón de ésta, llegó a la conclusión  que no estaba y que ese era el ‘pequeño detalle’ que Bill mencionaba en su nota.

—Si serás canijo. — se quejó en completa soledad. Recordando aun los besos que en su piel estaban marcados, al igual que las mordidas y los arañazos que le había dado.

Ahora lo había dejado completamente limpio, llevándose consigo no solo el dinero en efectivo, también las tarjetas  de crédito, y las identificaciones.

Bushido negó. Se sintió confuso. ¿Debía denunciarlo?  ¿Por qué un chico como él hacía esas cosas? No parecía estar necesitado de dinero. Y por su mente algo planeó.


[…]




—Otra por favor. — dijo el Kaulitz menor al cantinero. Este le miró y asintió, trayendo otra cerveza para el chico.


Bill estaba en otro bar. Él era de oficio un ladrón, que acostumbraba a robar carteras con solo un choque entre el tumulto de gente, por eso solía ir a discotecas y bares que eran concurridos.

Su noche era aburrida, aún no había visto nada bueno, ni alguien que se viese tuviera una cartera gorda. Suspiró y llevó la botella a sus labios, dando un largo y profundo trago, escuchando la música de fondo.

Miró a ambos lados: hombres y mujeres al igual, divirtiéndose y embriagándose como según él debía de estarlo haciendo. La diferencia radicaba que  él no estaba muy divertido.

Bajó la cabeza y de pronto Anis volvió a su mente. Había sido un hombre que  tan buenos recuerdos le traía y sonrió de lado, negando porque aquello no se volvería a repetir. Y a pesar de haberse tirado hacía apenas dos días a una chica con curvas impresionantes, no lograba superarlo.

Ese moreno le hubo  marcado.

Volvió a dar un trago a su cerveza y de pronto un sonido  captó su atención.
Habían azotado algo a un lado suyo en la barra.  Giró a ver que había sido eso.  Para su sorpresa, una mano de piel morena azotaba irónicamente una cartera, que notoriamente era nueva.  Rodó  sus ojos para encontrar los otros que fueran dueños de esa mano, y para más sorpresa suya, los mismos ojos casi negros  le miraban divertidos. Con una sonrisa dibujando traviesamente una invitación.

Bill abrió los ojos con algo de impresión, sin embargo, logro que no se notase mucho.

— ¿Creíste que no te encontraría? — Dijo Bushido.

—No pensé que lo hicieras. ¿Quieres una? — invitó al mostrarle su cerveza.

—Claro. — dijo el moreno, sentándose en la silla que estaba a un lado de Bill.

Bill pidió otra cerveza al mesero con un movimiento de manos y este la trajo de inmediato.

— ¿Qué quieres? — soltó Bill con indiferencia. Dando una vez más otro trago, mostrándose no muy sorprendido con el inesperado encuentro y tras colocar la cerveza en la barra le miró directo a los ojos.

Bushido se llevó la cerveza a los labios y tras un sorbo a esta, sonrió magnificente encontrándose con la mirada del menor.

— ¿Cuánto quieres? — preguntó mostrando la cartera vacía, azotándola varias veces.

Bushido días atrás tuvo que comprar una cartera nueva.

— ¿Es en serio?

—Sí. Dime cuanto quieres. — soltó mojando sus labios con apenas una sonrisa insinuante.

Bill se puso de pie a su lado. Tomó la cartera y la metió en el bolsillo de la camisa que Bushido llevaba.

—Ya has pagado cuota extra. — dijo sonriendo. — Esperaba poder volver a verte.

Y sin más, Bill le besó en  los labios, llenando de ardientes cosquillas el vientre del moreno.

Bushido se puso de pie y le tomó de la mano. Le sacó del lugar y se subió a la moto en su compañía, llevándose consigo al el chico que le había robado. Que más daba, si le había robado el corazón, poco importaba la cartera.



wibiya