Basado en la primer temporada de muñeco: Donde recién se conocen Bill y Tom.
Espero que les agrade si lo lee alguien que ya conoce el Fic de 'Muñeco' de Sarae.
Bueno, lo he traspasado así tal cual como borrador. Espero sea de su agrado.
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Primer encuentro
-Shoot para el concurso de Muñeco. Basado en la temporada uno capítulo uno.
Es curioso, cuando cambias tu vida y te
mudas a otro lugar haces un esquema dentro de tu mente de los posibles
acontecimientos antes los que te puedas encontrar, sobre todo cuando llevas un
camino destinado y tienes una minúscula
idea de las personas que te vas a encontrar. La vida me había enseñado a comportarme casi
como un animal, con un instinto salvaje que no se acercaba a la civilizada
sociedad hipócrita de las ciudades pijas, a estudiar mis movimientos tal cual fuera un
animal, una fiera salvaje. A caminar cadencioso, sigiloso siempre atento ante
cualquier posible depredador o víctima, con movimientos aprendidos ya por
instinto de supervivencia.
Pero… las cosas podían tomar caminos
diferentes al existir una variante, la cual por naturaleza nunca preveía, ya
que las matemáticas en la naturaleza se aplican de distinta forma.
De camino a Hamburgo pensé y maquilé como
torturar a ese hermano gemelo que tanto odio le guardaba, él que me había
arrebatado todo, mi suerte, mi madre y una posible mejor vida, para quedar como
un animal abandonado a su suerte, viviendo a expensas de a saber a que, por que si existía un Dios
no hubiese permitido que viviera todas aquellas desgraciadas experiencias que marcaron mi vida tan
amargamente.
Por mi cabeza se formuló una posible
imagen, la imagen de un chaval pijo, ególatra y bastante varonil, ya que si era
gemelo mío no podía esperar algo diferente. Por el contrario, para mi sorpresa
había encontrado todo de una manera distinta. Tal vez fuera una jugada del
destino, ¡pero qué va! ¡Qué destino! Esas mierdas no existen.
Mi hermano por el contrario no era nada
parecido a lo que yo pensaba. Era un chaval bastante inocente, sencillo,
ingenuo y por qué no… estúpido. Con una cara de santurrón, que aunque su imagen inmaculada diera la impresión de ser virginal, verdaderamente
era un perdido cachondo y eso ya lo tenía comprobado.
Lejos de aquella apariencia varonil, el
jodido tenía una carita cándida y era bastante fácil de conseguir. Un par de palabras me habían bastado para
saber que era mi hermano, y él tan ingenuo ni si quiera pasó por su mente la
posibilidad de quien podría ser yo, ni por que casi se lo dijera, era para que
lo dedujera o tratara de indagar más de mí, pero no lo hizo, por el contrario,
se dejó arrasar por mí, por un completo desconocido entregándome su cuerpo, dejándose hacer por mí y mis caprichos. Tan
fácil de manejar como un títere y… por sus tímidos movimientos y la forma en
que se cohibía sería su primera vez.
Era una extraña artimaña de la vida,
¿Cuántas veces le había reprochado no darme una oportunidad? Pues aquí la
tenía, todo parecía ser como un doble juego. Si pretendía torturarlo ahora me
sería mucho más fácil. Tendría para humillarlo el tiempo que quisiera, hasta el
último de sus días, y su digna imagen o
lo que siempre había escuchado de él, quedaría
aniquilada con solo formular unas cuantas frases respecto a lo que había
sucedido hacía tan solo unas cuantas horas. Su comportamiento calenturiento me
beneficiaría lo suficiente como para tenerlo a mi merced y también podría
divertirme con él, ya que había
disfrutado tanto el tener sexo, como hacía tanto tiempo no me sucedía.
Quizá la idea de venir a Hamburgo no
sería tan mala después de todo, si mi hermanito se comportaría tan complaciente
conmigo, tendría diversión para rato.
El
muy gilipollas casi se había quedado esperando un beso de despedida
cuando se bajó del auto. Le vi tomar cuando arrancara el motor, el número que
deposité en el bolsillo de su chaqueta y apretarlo con fuerza entre sus manos.
Seguramente estaría buscando un pretexto para poder llamarme. La sorpresa que
le tenía preparada, es que no necesitaría hacer ninguna llamada, aparecería y
le extirparía esa felicidad.
Después de que lo hube dejado en su casa,
conduje hasta algún punto de la ciudad que desconocí. Aparqué el auto fuera de
una cafetería para que fuese más fácil el dar la localización en la que me
encontraba cuando Simone llamara.
No tenía sueño, aun no podía pegar los
ojos, y la cara del muñeco se aparecía bajo mis parpados cada vez que estos se
cerraban.
Muñeco. Un nombre perfecto para él. No
había mote que le quedara mejor.
Su cara blanquita y casi perfecta como de porcelana con sus
cabellos lacios formando un espesa cortina negra, me daba la sensación de estar
hablando con un muñeco. Un perfecto muñeco que tuve que probar para poder
saciar la curiosidad. La puta curiosidad. Y tuvo que ser él. El hermano con el
que tenía que encontrarme… que aunque de momento pensé hacerle una mala pasada,
con forme hablaba con él y miraba sus expresiones me cautivó. Eran tan finos
sus movimientos, sus gestos al hablar y también bastante gracioso.
Ya estaba deseando ve su cara de sorpresa
cuando llegara a su casa y me presentara como su hermano. Seguramente se quedaría
en blanco de la impresión, pero había algo
que deseara más antes que verlo
sorprendido, y eso era tirármelo de nuevo. El culo del muñeco me había puesto a
mil. Estaba igual de bueno que una tía,
o hasta más y me había hecho sentir muchísimo.
Recargado en el asiento del conductor con
los brazos cruzados sobre el pecho me
mantenía despierto. El sol ya estaba brillando con tanto esplendor que me sería
imposible el dormir.
El móvil comenzó a sonar e introduje mi mano dentro del bolsillo derecho sacándolo y respondiendo la llamada
sin si quiera ver a quien pertenecía. Por obvias razones ya conocía de quien se trataba.
-¡¿Hijo?! ¡¿Tom?!- Su voz animosa me asqueó ¿Cómo se atrevía a
llamarme hijo? ¡Qué hipócrita! Nada más porque
deseaba ver al muñeco sorprendido decidí unirme al juego.
-¡Buenos días!- respondí seco, con la voz
ronca, aparentando importarme el querer responder.
-¿A qué horas estarás por llegar?-
-Ya he llegado-
-¡¿Ya?! – su voz anunció sorpresa y felicidad. –¡Dime en donde estás! ¡voy a por
ti!-
…
Salí fuera del auto en lo que Simone
llegaba. Cerré la puerta y recargué mi espalda en esta, cruzando una pierna
para descansarla dejando todo el peso cargado con la que aún me mantenía en
pie. Seguramente estaría por llegar de un minuto a otro, cuando le indiqué la dirección dijo no estar
muy lejos.
Tomé un cigarrillo llevándomelo a los
labios para matar el tiempo. Este sería un momento para disfrutar. Tomé el
mechero y dando una calada profunda suspiré… Que diferente parecía ser todo por
aquí comparado con Stuttgart. Tan solo tenía pocas horas y ya hasta incluso me
atrevía a decir que el aire olía diferente. La gente que caminaba por las
calles a tempranas horas de la mañana parecía muy alentada. Vistiendo buenas
ropas, oliendo bien. Todos muy coloridos con la piel notoriamente sana debido a
una buena alimentación. Hasta parecía que fuera otro planeta.
En Stuttgart todo es tan opaco, tan falto de vida, lleno de
enfermedad, mal oliente, la gente vestida con harapos. Que injusta era la vida
en ocasiones. ¿Qué tenía ellos para merecer ese tipo de vida que la gente de Stuttgart no tuviese? ¿Qué hacía
la diferencia?
Mi mente se había perdido en un divague comparativo
al ver la diferencia de las ciudades y
sus gentes, de sus actitudes y sus portes
cuando una voz me llamó.
-¡¿Tom?!- una voz femenina, dudosa y con anhelo.
Giré lentamente mi rostro para
encontrarme con quien me llamaba. Sonreí a modo de respuesta al tiempo que
tiraba lo que restaba de mi cigarrillo el cual aplasté con la punta de mis
zapatillas.
Cuatro pasos y ya estaba prácticamente en frente a una distancia propia respetando el espacio.
Sus ojos
brillaban tan destellantemente y
una sonrisa llena de júbilo le adornaba la cara. ¿Le daba en realidad gusto
verme?
-¡No lo puedo creer!- me miraba de pies a
cabeza como inspeccionando, notoriamente asombrada. El que ella no se hubiese
hecho cargo de mi no significaba que no crecería. -¡Estás grandísimo! ¡Hecho todo un hombre!-
Sonreí de lado llevándome las manos a los
bolsillos y encogiéndome de hombros al tiempo
que alzaba la ceja y esbozando una mediana sonrisa simulando timidez.
-¡Hola!- fue lo único que tuve para
decirle. No sabía cómo dirigirme a ella…
¿por su nombre? ¿Llamarle… “Mamá”?-
Tenía un nudo atorado en la
garganta. Tantas veces que pensé en cómo
sería el momento en el que la tuviera en frente después de tantos años de no verla. ¿Cómo sería su reacción al tenerme cara
a cara? ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué me había elegido a mí para olvidarme
en esa puta cloaca?
Sus ojos se aguaron y en un movimiento
arrebatado se acercó a mí rodeándome con sus brazos y apretó con todas las fuerzas que sus brazos le dieron tomándome por
sorpresa.
-¡Hijo!- llamó con nostalgia. Yo solo me
quedé de pie con los brazos a los costados sin mover ni un solo músculo del
cuerpo. Me sentí tan incómodo que deseé botarla. Ya bastante desagradable sería
el aparentar vivir a la familia feliz debido a la grandiosa idea de mi padre,
como para que quisiera venir con melosidades. Mi rechazo era la conducta más
normal que cualquier persona podía tener después de no ver a su madre
durante tantos años.
Sin verme muy obvio tensé los músculos de
los brazos y ella al percibirlo me fue soltando lentamente.
Llevó una de sus manos a mi rostro haciendo la forma de mi quijada.
-¡Me da mucho gusto que decidieras venir!
-¿Qué decidiera yo venir? -¡Vamos!
¡Te llevaré a casa!- señaló su auto. ¿A casa? El estómago se me revolvió. Yo no
tenía casa o al menos la suya no era la mía.
-Yo vengo en auto- ladeé mi cabeza señalándolo.
-¿Es tuyo?- ensanché la sonrisa con
orgullo.
-Claro- bajé la mirada sin poder contener
cuanto me engrandecía cada vez que alguien se quedaba con la boca abierta al
verlo - Si quieres yo te sigo.- propuse
y ella sonrió afirmando con satisfacción.
Subí a mi auto y prendí el motor
siguiendo su camino.
…
Al llegar, no quedó la más mínima duda en
si sería él mi hermano. Simone aparcó su auto en la acera de su casa, yo hice
lo mismo aparcando detrás de su auto.
Me bajé y ella estaba esperando a una buena distancia antes de la puerta. Al
bajarme ella me sonrió con una autentica
sonrisa de dicha que provocó que entrara
en confianza. Si comenzaría el juego habría que llevar a cabo todos los
estatutos.
Me tendió la mano y al estar a unos
centímetros de ella, la postró sobre mi hombro.
-Bill está muy emocionado con tu regreso.
Ahora mismo no sabe que he ido a por ti, así que lo sorprenderemos- Asentí -. Después de que se reencontréis saldremos a
comer todos juntos. Ya verás que bien se llevaran.-
En sus ojos había esperanza de que las
cosas así fueran. Lo que ella no sabía, es que efectivamente nos llevábamos muy bien
de antemano, demasiado. Con su dedo índice sobre sus labios me indicó guardar
silencio.
Ella se adelantó y la sonrisa delatora en
mis labios evidenciaba lo magnificente que me sentí en ese momento.
[I]
¿con que muy emocionado Muñeco? Ahora si
te vas a sorprender… ¿Con que querías conocer a tu hermano? ¿Qué lo esperabas?
Pues venga, vas a conocerme [/I]
Sacó las llaves de su bolso y giró la
perilla de la puerta después de introducirla por la cerradura, yo aguardé algunos
pasos atrás de esta para sorprender al muñeco.
-¡¿Bill?! ¡¿Cariño?! ¡¿Dónde estás?!-
habló fuerte.
-¡Mamá!- su voz. La tenía grabada en mi
mente, que más que su voz eran sus bajos gemidos que aun rondaban dentro de mí
cabeza.
-¡Te tengo una sorpresa!-
- ¡¿Sorpresa?!- su voz se tensó en cuanto
hubo mencionado la palabra “sorpresa”.
Simone sacó la mano e hizo un movimiento con
está pidiendo que me acercara, un escalofrío gustoso me recorrió el cuerpo.
Había llegado la hora. Con pasos firmes caminé hasta el quicio de la puerta
sonriendo lleno de regocijo. Había llegado la hora de que el muñeco conociera
la cara de su hermano. Que me reconociera.
[B]By
Bill.[/B]
Cuando mi madre dijera “sorpresa”. Un
escalofrió de nervios me recorrió el cuerpo yendo desde mis talones hasta mi
espina dorsal. El cuerpo se me hablando puesto que ya sabía de qué se trataba
su sorpresa.
Le vi sacar la mano por la puerta. Ya
había traído a mi hermano el homicida a casa… [I]¡Dios! Ampárame, ampárame¡ [/I]
Tomé los vasos de la mesita de centro de
la sala que estaban desde un día anterior y corrí con ellos en mano apresurado
a la cocina. El tiempo que alargara para no verlo ya era ganancia. Moría de
nervios… ¿Cómo sería? La respuesta la tenía
menos de tres metros.
Estuché como sus pasos se introducían
melódicos, con un vaivén lento y el sonido al rozar la tela de las piernas de
sus pantalones que se me hizo conocido pero no deduje de donde podría provenir.
-¡Bill!
¡Hijo! ¡Que tu hermano quiere verte!-
¡Pero venga!… [I] seguramente me
querrá descuartizar, pero de querer verme nada. [/I]. Dejé los vasos en la
encimera y suspiré profundo ante mi
aterrador encuentro. Sacudí un poco mi cuerpo intentando despojarme en un vano
intento de los nervios.
Caminé y al llegar a la sala, fijé mis
ojos en los de mi madre quien alumbraba una sonrisa y tras de ella… ¡dios! ¡No
podía ser! Sus ojos… era… era… -¡¿TÚ?!-
me fue imposible el no reconocer… era… era él. Mi polvo de la noche. El tío con
el que me había liado.
-Sí mi amor, es él… ¡Tu
hermano!- Su voz dulzona llamándolo mi hermano me desbalanceó, en ese mismo momento
el estómago se me revolvió y sentí como acto reflejo la necesidad de devolver
la bilis que seguro me rondaba por el estómago porque no había desayunado nada
aun, las rodillas se debilitaron al punto que pensé que me caería. Sonrió con
esa sonrisa perversa y seductora…
-¡Hola Bill!- hizo amago de quererme
abrazar a modo de saludo. Extendió sus brazos pero no podía corresponderle, no
después de lo de anoche, no sabiendo lo que había sucedido… y él ¿lo sabía?
¿Cómo me acercaba? Deseé que se abriera el mismísimo suelo y me tragara en ese
instante… esto era una pesadilla viviente.
-¡Hijo! ¡Que tu hermano te está
saludando!- refirió mamá.
Yo me quedé con los ojos en blanco. Su
sonrisa de lado y el brillo malévolo en sus ojos me llenó de un terrible miedo,
un profundo terror que si ya de antemano estaba sembrado con esto solo
implicaba acrecentarlo, sentir que ya mi
tumba estaba cavada.
-¿No me saludarás?- y con el cuerpo
temblequeando me acerqué a él tratando de mantener una distancia que él impidió.
Sus brazos me rodearon con mucha fuerza.
Mamá me quedaba cara en frente y él
le daba la espalda. Por un momento deseé
alejarme de su cuerpo y votarlo contra la pared pero no podía hacerlo, eso
llenaría de dudas a mi madre y comenzaría con el indagatorio del porqué de mi
cambio de conducta. Cuando ya me estaba soltando, sentí como su mano áspera y
ruda apretó mi trasero, a expensas de que sus manos no eran vistas por “nuestra”
madre él se aprovechaba.
…
Estábamos en un Restaurante, de los que a
mamá más le gustaba ir, en donde servían de los mejores filetes. Y ahí
estábamos los tres, en el momento más incómodo de mi vida. Nunca pensé que esto
podría ponerse peor de lo que había imaginado. Si ya la idea de la llegada de
mi “hermano” me frustraba, ahora sabiendo quien era y que me tenía agarrado por
los cojones era peor.
-Bill, que serio has estado, si a ti no
te para la boca ¿Por qué no has hablado? Tu hermano va a pensar que no te ha
gustado que viniera- Mis ojos rodaron
hasta los de Tom quien no me quitaba la vista de encima muy altivo y regresaron
de nuevo a ella.
-No es eso, es que no me siento muy bien-
me justifiqué, pero ni quien me la creyera. Si pensaba ser actor con esto lo
tendría que descartar porque mi
actuación era imposible de creer.
-Puede ser la falta de confianza-
emitió él. Me daba escalofríos solo
recordar que era él, que era Tom, mi hermano. -¿Hace cuánto no nos veíamos?- su
tono burlón buscaba hacerme sentir mal, intimidarme, humillarme.
Alzó la ceja mirando retador
-Creo que - fingió-… muchos años ¿Vedad hermano?- por debajo de la
mesa su mano me tenía agarrado del muslo
y yo ni podía respingar, solo sentía como sus dedos se hundían en mi piel casi
atravesando la tela del pantalón con saña. Y es que a mama se le había ocurrido
que nos sentáramos juntos para ir creando esa atmosfera familiar en la que
estaba empeñada en comenzar desde ese día.
-Creo que lo mejor será que comencéis a
convivir más, pronto os veré como todos los hermanos, peleando por
sencilleces y jugueteando-
-Cof cof- el agua se
me fue por la nariz.
¿Jugueteando? ¿Qué mi madre piensa que tenemos 8 años? Aun así, juguetear no… me sonaba ha juegos pero de otro
tipo. Lo último que deseaba era tenerlo cerca de mí, ya había estado lo
suficientemente cerca, incluso más de lo debido.
-¿Estás bien?-
-¿Quieres agua?- su mano había cambiado
de dirección, de mi muslo se trasladó a mi espalda en donde dio dos golpes
intentando mitigar la tos. ¿Ahora fingía preocupación?
Rechacé el vaso de agua que me ofrecía
Tom, el mismo con el que me había ahogado. Respiré profundo.
-Ya estoy bien, gracias.
-Ten más cuidado al beber agua.
-Lo tendré.- La tensión del ambiente se podía tocar con la
palma de la mano. Nadie sabía que decir, como iniciar un tema… ¡es que no
teníamos nada en común! ¡Coño! O mejor dicho ¡habíamos tenido más en común de
lo debido ¡HA!
-Sé que aún no están en completa confianza, pero si cada uno
pone de su lado, pronto os llevaréis de maravilla.- tragué saliva casi como si
fuese una piedra.
-No te preocupes, yo pondré todo de
mi parte para que nos llevemos bien.-
sonrió y vi aterradoramente como su brazo se aproximaba a mi alzándolo y rodeándome por los hombros.
-¡verdad hermano!- yo sonreí comprometido a más no poder, mientras con su mano
me apretaba con mucha fuerza el hombro opuesto al que él se encontraba y mamá
sonreía con la ilusión de ver a sus dos hijos llevarse bien. ¡¿Cómo salía de esto?! ¡¿Quién me podía rescatar?!
El móvil de mi madre comenzó a sonar. Lo
sacó y miró la pantalla.
-Disculpen chicos, debo atender esta
llamada- ¡NO! ¡NO! ¡¿Pensaba dejarme solo con él?! ¡NOOO! Ya era tarde, mi madre se había levantado y se alejaba tan rápido y ni tardo ni perezoso Tom se acercó.
-¡Muñeco! Parece que me tienes miedo.-
temblé.
-Yo…yo- las palabra se me ahogaban. –No.
-Tranquilo muñeco, si no te voy a hacer
nada… - bajó la vista
- Nada que no te haya hecho antes.- sonrió sarcástico.
-Pero tío ¿Estás mal de la cabeza? ¿Quién te piensas que
eres?...- me aproveché de estar en un lugar público. No podía hacer nada ante tantas miradas -¡Tú lo sabías! ¿Verdad? No lo niegues!- Se
acercaba peligrosamente… ¡Se acercaba coño! ¡Como si fuera un animal! ¿Cómo lo
quitaba de tan cerca? - ¡Que somos
hermanos! ¡Hermanos!- le chillé.
¡Bendito Dios! En ese momento en el que comenzaba acecharme,
llegó la mesera con los platos de comida. Un suculento trozo de carne servido encima de mi plato
adornado con verduras alrededor.
-Gracias- emitió Tom con coquetería. La chica sonrió después de haber postrado los
platos sobre la mesa y se retiró.
Tenía miedo, miedo de estar a solas con
él, miedo de lo que pudiera hacer, pero más miedo de mí.
De pronto sus dedos se deslizaron por
encima del antebrazo rozando prácticamente
sin tocar, tan solo sentí como los
vellos de los brazos tocaban las yemas de sus dedos y una corriente eléctrica atravesó
todo mi ser… Me estaba deshaciendo por él, aun sabiendo quien era.
-¿Qué haces?- pregunté alarmado. Más por
las sensaciones que causó su tacto.
-Te toco.
-No me toques.
-No parecías querer lo mismo anoche.
-¡¿Anoche?!- chillé-
-Sí, anoche.
-Anoche no sabía quién eras, pero hoy sí,
y eres mi hermano.
-¿Vez este plato de carne?
-Sí, ¿Qué tiene que ver?
-Todo, Muñeco… Todo - ¿Todo? ¿A qué se refería?
-No entiendo.
-Ya lo estoy viendo- se irguió y me miró seriamente -. Vez este pedazo de carne ¿Se te antoja?
-Pues…- ¿Esta era una pregunta capciosa?
–Si- emití con duda.
-¡Pero te importa una mierda de que
animal lo han sacado! ¿Verdad? ¡Tú simplemente te lo tragas y no averiguas más allá! – era verdad -. Te gusta, se te
antoja y punto. Así de fácil, Muñeco. Tú te me antojas como este pedazo de
carne. Tú eres carne, igual.
Estaba con los ojos abiertos escuchando y
no creyendo. ¿Lo decía en serio? ¿Me le
antojaba… aun? No podía negar de que el
hecho de tenerlo sentado a un lado de mí provocara una serie de sensaciones
desconocidas, que inducían pequeños
espasmos nerviosos recorriéndome el cuerpo y que por desgracias me gustaban, porque sentía que no era mi hermano... ¿Por
qué? Por qué tan solo el día de ayer era un ser que no tenía nada que ver
conmigo, y hoy resultaba ser mi hermano. Mi gemelo.
-Pues a partir de hoy, me hare vegetariano.
-Después de probar la carne, Muñeco, dudo
que la puedas dejar.- sonrió
egocéntrico. Tratando de no ser visto se acercó y sopló por un lado de mi mejilla haciendo que el vello
se me erizara y estremeciéndome completamente como solo él lo había hecho, el
día de ayer.
-Solo una cosa te voy a decir…- miré
atento- Tú serás el que me busque
primero, tú serás quien me ruegue a mí por tocarte, porque te vuelva a besar.-
mi corazón parecía que se iba a desbocar. Latía tan fuerte que retumbaba en todo mi cuerpo. ¿Tan seguro
de sí estaba? ¿Tan débil me consideraba? ¿Tan urgido parecía estar?
-que te den por culo. Tendrás que
quedarte esperando tío, porque yo no pienso acercarme a ti de nuevo-
Simplemente sonrió.
…
Habíamos regresado a casa porque mamá
tenía que salir a no sé qué cosas de su trabajo.
En cuanto hube puesto un pie dentro de
casa salí corriendo a mi cuarto. Ya tenía al menos 3 horas encerrado con la puerta bajo llave,
pero tenía una sed increíble y necesitaba salir a por un vaso de agua.
El
televisor se escuchaba prendido desde la sala. Seguramente él estaba ahí,
esperando a que tarde o temprano saliera.
Con cuidado de no hacer mucho ruido,
caminé de puntillas hasta la cocina, tratando de pasar desapercibido ante sus
ojos y sus oídos, pero no logré
conseguirlo. Cuando cogía un vaso Tom se apareció de tras mío.
-¡Hola muñeco!- Su voz seductora me paralizó. Giré con el corazón latiendo a todo lo que
daba - Pensé que estaba bajo llave
esperando a ser rescatado por tu principie azul- sus brazos me encajonaron impidiendo que pudiera moverme
recargados sobre la encimera y yo prisionero entre ellos.
Lo empujé dejando mi mano sobre su pecho, tratando de alejarlo.
Estaba duro y a mi mente se vinieron las imágenes de la noche anterior… Su
cuerpo era majestuoso, sus pectorales desnudos, firmes y contorneados, perfectos. De solo pensarlo un
calor ineludible me entró.
-¡¿Quieres dejarme en paz?!- refunfuñé. Mordiéndome la lengua ya que estaba deseando que no se quitara a la
vez… tenía que razonar, por no haberlo hecho antes estaba pagando las consecuencias.
Mi rostro giraba de un lado a otro buscando sacarle la vuelta al suyo,
pero él parecía no querer dejar el juego y buscaba estar de cara al mío.
-¡¡Quítate!!- le empujé fuerte. Mi cuerpo
temblaba. Pero el parecía hacer oídos sordos a lo que decía. Su sonrisa irónica
me estaba poniendo malo.
Me tomó fuerte por la cintura con su
brazo derecho y me pegó a su cuerpo en
un brusco movimiento haciendo que por la
presión saliera un quejido de mi boca casi como suplica. Mis dos manos se
situaron en su pecho poniendo resistencia.
-¡Estás enfermo! Esto está mal… eres un
loco, un demente un…- su rostro comenzó a acercarse tanto al mío que podía
sentir su aliento chocando casi contra mis labios.
-¿Un que, muñeco?- las palabras se me habían ido. Ahora
lo único que estaba desenado era que lo hiciera, que se acercara más…
Hizo el amago de hacerlo y yo estúpidamente cerré mis ojos
esperando sentir su contacto.
-jajaja- una estruendosa carcajada salió
de sus labios para humillarme más si se podía. –Te lo dije. Te dije que tú
estarías esperando a por mí- y me soltó.
-¡Eres un imbécil!- me odié con todas mis
fuerzas en ese momento de debilidad que pensé no llegaría. En verdad me había gustado, o mejor dicho me gustaba, aun
sabiendo quien era él.
Con mi dignidad por los suelos me alejé de Tom
pasando por un lado suyo y empujándolo al pasar, tratando de evadir su
presencia. Pero antes de que pudiera dar un paso más, me tomó de la muñeca y de un arrebatado jalón
hizo que mi cuerpo chocara contra su pecho, en donde mis manos inmediatamente se postraron por sus hombros y enroscando sus brazos por alrededor de mi
cuerpo. Todo pasó tan rápido y me besó
tan fervientemente que mi razonamiento no tuvo voluntad de hacer acto de presencia. Me dejé
llevar escuchando como los sonidos
húmedos emergían de nuestros labios y el calor inminente me invadía segundo a segundo. Me besó
despacio, chupando mis labios lentamente, como saboreándolos, como yo lo estaba
haciendo con él. Con los ojos cerrados
me separé de él abriéndolos lentamente. Aun pendía un hilo de saliva al
separarnos y sin intención, mi cuerpo suspiró en un alivio enfermizo, enfermizo
por desear algo que no podía ser. Por desear sentirlo de nuevo, a sabiendas que
era… mi hermano.
-Muñeco, no evites lo inevitable- murmuró
ensanchando su sonrisa.
Me separé de él y eché a correr a mi
habitación. Pero en la distancia escuché como claramente murmuraba “Estás en
mis manos muñeco”.
No
podría evitarlo mucho tiempo. Como había dicho él, esto era inevitable. Esta
maldita atracción era mucho más fuerte que yo y probablemente quizá que él.
Ahora
me había convertido en su muñeco. En un muñeco que tan solo esperaba ser
rozado pro sus manos, por sus labios para jugar de nuevo.