viernes, 8 de marzo de 2013

That Should Be Me - Capítulo 5

Hola gente bonita...Hoy traigo actualización de That should be me... Espero disfruten el capítulo

Cinco

 Eran las 7 de la mañana. Tom caminaba rumbo a la parada del autobús camino a la universidad.
Se subió el autobús y disfrutó de la vista que la ruta ofrecía, siempre era mejor verlo de esa manera que ir amargado, aunque poco conseguir siempre ir con ánimos.

Al llegar a la universidad, se encontró con Gustav en la puerta de entrada.

 —¡Hey, Tom! ¿Cómo estás? — Preguntó Gustav —Te perdiste y no contestabas mis llamadas ¿Dónde diablos te habías metido?



 —Buenos días, por ahí se empieza. — dijo no muy alegre.

Tom después de ver la sonrisa de Bill en el rostro de la chica, había salido corriendo a casa, dejando en el lugar a su amigo, olvidándose de él. Lo único que deseaba era que eso se borrara de su mente y la confusión que ahora traía consigo era demasiado enorme como para poderla ignorar, el alcohol dejó de ser un pretexto, ya que en cuanto llegó al baño y se miró al espejo estaba más sobrio que un abstemio.
El fin de semana se había enserado sin desear saber de nada o de nadie. No quería que nadie le preguntara que pasaba con él y porque estaba tan ermitaño, ya él ni si quiera sabía que había sido eso, y deseaba que no volviera a pasar. ¿Confundirse él por un chico? Era demasiado vergonzoso para contarlo
 —Nada, ¿Qué es lo que pasa contigo? Que llegas con humos de perro. — debatió el de rastas.

 —No me cambies el tema, Tom. ¿Qué su cedió en realidad? Te estuve esperando y al siguiente día no te apareces, luego no respondes mis llamadas y los mensajes a la mierda. — dijo el rubio en tono seco, mirando retador los ojos de su amigo de soslayo.

 —Ya te lo dije, nada. Solo no me sentí bien y me regresé a casa.

 —Pero pudiste haberme avisado. Estuve hasta las 5 de la mañana buscándote como idiota en cada rincón del maldito pub, y estaba preocupadísimo.

 —Gracias ‘papá’ por cuidarme.

 —No te burles. A quien yo le debo las gracias es a tu padre. Que al menos él se dignó a responder mi llamada y decirme que ya estabas en casa, creo que harto de que estuviese sonando el teléfono.

 —Ya sabes que a mi padre le cabrea que le hablen en la madrugada y mucho más que lo despierten.

 —Lo sé, pero si te largas sin decir siquiera ‘adiós’ no me queda de otra. ¿En serio estas bien? Además que no me regresaste ninguna llamada este fin.

 —No tenía ánimos.

 —Que buen justificante ‘no tenía ánimos’— repitió burlonamente, imitando su voz en algo más que chillona.

—Bueno, vamos a entrar o vas a seguirme sermoneando.

 —Ya va, pero no es sermoneo, solo que me preocupas, Tom. Somos amigos ¿Qué no?

 —Sí. — Tom miró de soslayo a su amigo y este solo le respondió la mirada, diciendo en ella ‘cuenta conmigo’ así que Tom, al sentir la mirada solo respondió como si hubiese escuchado sus pensamientos

— Si me pasa algo te prometo que te contaré.

 —¿Lo que sea? — preguntó este mirando dudosamente.

 —Vale, lo que sea te diré. Los dos caminaron hasta el salón. Gustav estaba un tanto enfadado por la reacción de Tom.

No era muy normal precisamente, menos cuando se trataba de chicas y que él se fuera sin más. Pero Tom estaba demasiado confundido, necesitaba irse, huir de ese lugar en dónde precisamente sufrió su confusión, pero sobre todo, no deseaba volver a ver a esa chica y no porque fuera fea o desagradable, sino por que representaba el hecho de haberla confundido.

 El fin de semana completamente se dedicó a esta solo y exclusivamente en casa, llegando a él un chispazo de inspiración y componiendo melodías que azotaban en su mente. Tal vez había sido bueno lo sucedido después de todo, puesto que a la mañana siguiente Tom se sentía muy inspirado, aunque también confundido y por su cabeza aun no descubría que había sido esa confusión, que después de pensarlo durante largas horas había llegado a la conclusión que no había sido el alcohol.

 En su cabeza aun rondaba la pregunta: ¿Por qué el chico que lloraba? ¿Por qué lo había visto a él en la cara de aquella chica? Ni si quiera era que le gustaran los chicos, ni si quiera él. Tal vez eso era un bonus de sentir pena por alguien más, pero esa vez que le vio llorando había entrado incluso algo más dentro de lo que su cabeza debía aceptar.

Había sentido tanto por alguien desconocido y se volvieron vulnerables sus sentimientos ante aquel chico, y el volverlo a ver, pudo remover esos sentimientos de pena y compasión confundiéndole después. Se repitió tanto que era solo eso, hasta lograr quedar satisfecho con su respuesta. Solo era una confusión.

 […]

 Las clases pasaron y la hora libre por fin llegó. Esto no era que fuera el receso, pero prácticamente lo era. Tom fue el tercero en salir del salón. Salió rápido, necesitaba tomar un poco de agua. Caminó por largo corredor, cuando de pronto volteó y vio como Bill venía frente a él. Tom se sintió nervioso ¿acaso iba a verle? Y de pronto las imágenes volvieron a su mente: la chica en el pub, su sonrisa, sus ojos, Bill.

 Todo se detuvo, el mundo dejó de girar mientras él estaba confuso. ¿Qué hacía si Bill se acercaba a él? ¿Le saludaba como si nada? ¿De dónde decía conocerle si alguien preguntaba? ¿Y si su novio salía de la nada y le atacaba?

 Tragó saliva.

 Bill le sonrió con una sonrisilla coqueta y disimulada, con sus alegres ojos llenos de vida, que le hicieron vibrar con solo una mirada, bajó su vista casi cuando pasaba por su lado y se mordió el labio tímidamente, cosa que provocó que Tom se sintiera un poco confundido, ¿eso era un coqueteo disimulado o era la forma de saludar a un amigo? Tom aguardó para saludarlo por si acaso Bill le hablaba, deteniéndose ahí, esperando lo que fuera a pasar, pero sin embargo, Bill pasó de largo y continuó con su andar, mientras que Tom se quedó parado en medio del pasillo, no sabiendo ni qué hacer.

 Bill solo le había sonreído, y era la primera vez que le miraba en la universidad.
 Efectivamente estaba ahí, ahora le vería con mayor frecuencia, era casi seguro.

 Es tan curioso que siempre uno puede ir por los pasillos de la universidad topándose con caras desconocidas que no significan nada, pero de pronto, conoces a alguien y se aparece en todo momento y cuando menos lo piensas, ahora eso le pasaba a Tom. Bill se le apareció de la nada, tal vez ya se habían topado con él anteriormente, pero no significaba nada el uno para él otro y por eso ni lo recordaban, sin embargo ahora todo era diferente. Ahora Tom pensaba en Bill frecuentemente, en que era un chico que no debía llorar y Bill pensaba en que Tom podría ser un muy buen amigo, le había escuchado cuando lo necesito e incluso le había aconsejado, cosa que agradecía.

 En ocasiones, Bill sentía necesitar un amigo, alguien a quien contarle lo que sentía por Georg ya que dentro de su pecho parecía no caber y que le ayudara a ver las cosas desde otro punto de vista.

 Tom se sintió estúpido habiéndose parado para saludarlo, aunque tampoco lo saludó. El acuerdo había sido hacer como si no se conocieran en la Universidad, aunque esa sonrisa de Bill, era evidente que si se conocían. Bill no se arriesgaría a sonreírle a cualquiera, los ojos de Georg podía estar a la vista y ser sorprendidos mirando a alguien más, pero a Bill no le importó cuando vio a Tom, solo sonrió tan espontáneamente y centrado en él, deseando hablarle muy dentro de él, pero tampoco lo haría, iba a buscar a Georg en ese momento, la hora libre de Georg acababa de comenzar y a Bill no le importaba perder de vez en cuando una clase solo por estar a su lado a espaldas de los edificios.

 De pronto una mano tocó la espalda de Tom y este volteó nervioso, no esperando saber quién sería… ¿Se habría regresado?

 —¿Qué pasa? — preguntó Gustav al ver la cara pálida de Tom al girar a verlo.

 —Nada. — y el corazón de Tom se decepcionó un poco.

 —Últimamente actúas muy raro. —Creo que estoy paranoico. — sonrió divertido, tragándose aquellos confusos sentimientos y se encaminó con su amigos rumbo a la cafetería.

 […]


 Tom y Gustav después de pedir su merienda, vieron una mesa vacía en el comedor de la cafetería y caminaron rumbo a ella para desayunar tranquilamente. Pero justo cuando Tom colocaba su charola, alguien más lo hizo al mismo tiempo.

 —¡Es mi mesa! —dijeron casi al unísono.

 —¿Otra vez tú?— dijo ella —No, mejor dicho eso debería decirlo yo. Es mi mesa, yo la vi primero. — debatió Tom con mirada retadora. —No lo creo.

 El duelo de miradas comenzó entre Tom y la chica pequeña de cabellos rojizos, de nuevo ella, que parecía ser igual de necia y terca que Tom. Ninguno apartaba su charlo de la mesa y uno empujaba la charola del otro y viceversa.

 —Tengo una idea — soltó de pronto la amiga de la pelirroja —, por qué no compartimos la mesa.

 —¡Con este tipejo! — el desprecio en la voz de la pelirroja no hacía falta intentar notarlo, sobresalía a lo lejos.

 —¿A quién le estás llamando tipejo?, Enana.

— Tom miró a la chica por debajo del hombro, con insulto.

 —Ni lo sueñes, yo no comparto la mesa con este. — le dijo a su amiga, pero la amiga no parecía opinar lo mismo, miraba a Gustav con una sonrisa sincera sin apartar el contacto visual.

 —Puede ser una buena idea. — mencionó por lo bajo Gustav, sonriendo embobado.

 —Te quieres callar la boca. — Tom gruñó sin disimulo.

 Pero tanto la chica de cabellos castaños, amiga de la pelirroja como Gustav se situaron en las sillas y colocaron sus charolas.

 Rendido Tom accedió y se sentó al lado de su amigo. La chica pequeña solo miraba, no muy conforme, pero a final de cuentas terminó por sentarse de mala gana sin dejar de ver a Tom retadoramente.

 —Yo soy Mónica. — la dulce voz de la chica interrumpió el silencio, mostrando una amplia sonrisa.

 —Yo soy Gustav y él es Tom. — dijo el rubio señalando a su amigo, quien sonrió hacia la chica que se presentaba y miraba furtivamente a su acompañante.

 —Ella es Anie. — Anie solo sonrió fingidamente en dirección a Gustav, ignorando a Tom, pero a Tom nada le importaba, aunque el nombre le sonaba.

 Gustav platicaba con Mónica amenamente, pero Tom y Anie, solo mantenía su duelo de miradas hasta que Gustav terminó su comida y Tom lo levantó a rastras de ahí.

 —Es detestable esa enana insolente. —Pues a mí me parece encantadora su amiga.

 —Pues que te aproveche. Pero no me vuelvo a sentar donde esté ella. — dijo refiriéndose a Anie.


 […]


 —Mi cielo, ¿puedes ayudarme con un trabajo? Es que es mucho lo que me dejaron y no creo poder terminarlo solo.

 —Claro que sí, siempre que te pueda ayudar ya sabes. — dijo Bill sonriendo modosamente. Para él no era nada dedicar su tiempo en hacer cosas para Georg.

A él no le importaba no hacer sus propios trabajos por hacer los de su novio, mientras él estuviera bien, poco le importaba lo demás.

 —¿Sabes que por eso me encantas? Porque siempre me ayudas. —se acercó y le dio un beso en los labios, mientras las mejillas de Bill se teñían de bermellón.

Bill con los ojos cerrados disfrutó y correspondió el beso de su novio, quien lo cortó lentamente.

 —Y que es lo que haré. —Georg sonrió. Bill ya sabía que tanto amor era por algo. Georg no siempre andaba tan cariñoso con él, a menos que quisiera otras cosas.

 —Aquí esta esto — dijo Georg sacando de su mochila una pequeña pila de libros — tengo que hacer un resumen de estas hojas — le mostró un papel a Bill en donde estaban anotadas las páginas de donde sacaría el resumen — Ya sabes lo demás, y sin faltas de ortografía, que la última vez te equivocaste varias veces y tuve que pasar vergüenzas por tu culpa.

 —Lo siento, estaba muy cansado esa vez, además que me dejaste todo a última hora y casi no me alcanzó el tiempo para terminar.

 —No pongas pretextos, claro que puedes hacerlo todo, así te lleve los trabajos un día antes. Sé que puedes hacerlo. Confió en ti. —con eso el corazón de Bill dio un vuelco, Georg confiaba tanto en él y eso era lo único que Bill escuchó, que Georg confiaba en él y lo demás, ahora salía sobrando.

 —Está bien. — respondió un Bill entusiasmado.

 —Bueno, me voy entonces, el trabajo es para dentro de dos días, para que lo tengas terminado y lo revisas ¿he? Nada de faltas. — Bill asintió mirando la pila de libros un poco pasmado. Georg se acercó de nuevo y le besó en los labios lentamente, al terminar se limpió el resto del beso y tocó la barbilla de Bill cariñosamente, mientras giñaba el ojo y se levantaba alejándose.

 —Te amo. — le gritó desde lejos, dejando a Bill soñando despierto.

Eso era todo lo que Bill necesitaba para estas en paz. No era más claro que nada que Georg lo quería. Le había gritado ‘te amo’ y con una palabra tan fuerte, que significaba tanto no se jugaba. Georg lo amaba. Esa tarde Bill pasó todo su tiempo libre haciendo el trabajo de Georg, tres horas no habían sido suficientes para hacer ni la cuarta parte, mientras que Georg se divertía bebiendo cervezas con un par de amigos en casa de un chico que hacía fiestas clandestinas. Bebiendo y ligando a tíos con cara de púberos.

Pero Bill no lo sabía e inocentemente pensaba que Georg estaría repleto de tareas que no le daban tiempo de hacer una más. Entre letras y temas de música, Bill se dirigió sobre el teclado el ordenador, así llegó su noche. …

 Tom se había dormido desde temprano en la tarde, hasta que su móvil sonó tanto que lo sacó de su sueño. Se desperezó y cogió el móvil con parsimonia, con la voz aun roca. Trató de aclarar su garganta y contestó. —¡Bueno!

 —!hasta que contestas! ¡con una mierda! ¿Dónde te has metido toda la tarde, Tom?

 —¿Gustav?

 —¡No, tu puta conciencia! ¿Quién más iba a ser, idiota?

 —¿Y esos humos? —¡El trabajo, Tom. No nos va a alcanzar el tiempo, he ido a tu casa dos veces y no me has abierto, te he llamado no sé cuántas veces y tampoco lo cogías, ¿dónde diablos estabas?

 —Estaba dormido. —Pues vale más que muevas tu culo a la puerta y me abras.

 Tom colgó el móvil y se dirigió a abrir la puerta. Afuera Gustav esperaba con cara de mala leche.
Tom le cedió el pase y se dirigieron al ordenador. … Las horas habían pasado, ya era media noche, pero poco habían avanzado, el trabajo aunque no muy pesado, poco le habían avanzado, Tom estaba tan ido y concentrado en sus pensamientos que no aportaba mucho y todo iba lento.

 —¿Tío, que te pasa? Tienes toda la noche ido.

 —Nada, es solo que… No sé, a veces me pregunto si estaré loco.

 —jajaja,¿hasta ahora te das cuenta? — dijo bromista el rubio, palmeando su espalda, pero después de unos momentos se puso serio y giró en dirección de su rastado amigo — si no lo quieres soltar está bien, no te presionaré, solo cuando quieras, ya sabes que te apoyo. —sus palabras eran las más sinceras. Gustav intuía que su amigo algo gordo tenía, le conocía desde mucho tiempo atrás y para que actuara así es que algo tenía.

No en vano él había sido su cómplice en tantas cosas vividas y si él no estaba equivocado, comenzaba a ponerse como cuando Tom conoció a Janet, esa chica que Tom había amado con todo su ser y contemplado en la distancia, pero sin resultado alguno ya que ella nunca lo tomó en serio, solo salió un par de veces con él, que era más bien cuando ella no tenía otra opción o estaba demasiado aburrida y no tenía con quien salir.

Tom estaba siempre a su disposición y corría en su búsqueda con un chasquido de dedos. Tom enterró sus dedos en el nacimiento de sus cabellos, estirando su frente notoriamente preocupado. Eso comenzaba a preocuparle, ahora no solo lo había confundido, sino cuando le vio en el pasillo algo extraño pasó dentro de él, algo que ni si quiera él mismo identificaba, y sentía miedo a eso desconocido, por malo o bueno que fuera, el no deseaba sentir eso extraño.

 No volteaba a ver a su amigo, pero aun así sabía que él no quitaba los ojos de encima suyo.

 —He estado pensando mucho en alguien. — declaró avergonzado, sintiéndose descubierto aunque no dijese en quien.

 —Ya sabía yo. — Gustav se sentó a su lado y le miró paciente.

Sabía que Tom no era de esos chicos que iban soltando todos sus sentimientos y pensamientos a todos o a pocos, era muy reservado cuando de algo importante y de sentimientos sé tratara, pero después de tanto tiempo de amistad, era en el único que confiaba. Y aunque Tom moría de vergüenza a sí mismo por lo confuso que estaba, necesitaba soltarlo y Gustav era un amigo leal.

 —No es lo que piensas, pero no se me quita esta persona de la cabeza, me preocupa.

 —¿Puedo saber de quién se trata?

 —Del mismo chic… chica — se corrigió antes de continuar con su error.

Él sabía que no hablaba de una chica, más bien era del chico que lloraba. Pensaba continuamente en él y le preocupaba, sobre todo después de haberlo encontrado en los pasillos y ver cómo le sonreía. Había sido tan raro.

Un escalofrió le había recorrido la piel cuando vio su sonrisa coqueta dirigida hacia él. No fue consciente, solo lo sintió cuando ya estaba todo invadido por ese extraño sentir, y realmente no era nada desagradable. Pero tampoco podía saber de qué trataba esa reacción de su piel al verlo, puesto que no tenía con que compararlo, nunca había sucedido, ni si quiera con Janet, ni con nadie más.

 —¿La has vuelto a ver?

 —Sí, hoy la vi. — dijo serenamente mirando al vacío.

 —Tom — le llamó su amigo con preocupación —, ¿no me digas que te estas enamorando?

 —No seas imbécil. No me puedo enamorar de… de… ella— tartamudeó, no podía decir de ‘él’, a él no le gustaban los chicos y tampoco se enamoraba de las chicas, así que ese no era el problema —Solo la he visto un par de veces, además no es mi tipo.

 —¿Y qué es lo que has estado pensando entonces? — escudriñó el rubio. 

—No sé. Hoy que le vi sonreía muy alegre y luego recordé como lloraba y como su novio lo trata… digo, la trata y creo que no se merece eso.

 —Pero si ella así lo quiere no puedes hacer nada, Tom. Mejor déjala, ha de ser masoquista y por eso sigue con él tío ese.

 —Si la conocieras también te preocupara.

 —No te vayas a meter en problemas, Tom. Solo ha sido un par de veces que la has visto, dalo por tema muerto. Si la vez en la calle o en donde sea, ignórala, será lo mejor, que tal si el tipo este es celoso y viene y te golpea. — Tom recordó como Bill le había dicho lo mismo, el consejo de su amigo podía ser realmente bueno, pero antes que eso, estaba algo dentro de él que le impedía el poder evitarlo, estaba clavado en su mente, y mientras más intentara no pensar en el chico que lloraba, parecía más hacerlo.


Otro capítulo más... Espero que estén gustando de este fic... Besos 

wibiya